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Guerra en Oriente Próximo

Las bombas cierran los accesos a Beirut

La destrucción de las infraestructuras dificulta la entrega de ayuda a las víctimas de la guerra

Israel extendió ayer su campaña de bombardeos aéreos y golpeó con virulencia las infraestructuras libanesas, fuera de las regiones consideradas feudo de Hezbolá. Unas cuarenta personas murieron en unos ataques que destruyeron puentes y carreteras en el norte y el este de Líbano, cortando los grandes accesos que aún podían utilizar los camiones y convoyes de ayuda humanitaria. El corte de la autovía que une Beirut y Trípoli añade nuevas dificultades a la llegada de la ayuda y ahonda la sensación de cerco a la capital. Los suburbios meridionales sufrieron de madrugada el bombardeo más intenso desde el inicio de la ofensiva.

El incidente más grave se produjo en Qaa, al noreste de Beirut y muy cerca de la frontera con Siria. Dos misiles dirigidos contra un almacén de frutas y hortalizas mataron a 28 trabajadores libaneses y sirios que cargaban un camión. Con anterioridad, seis incursiones aéreas habían dañado carreteras secundarias que unen Líbano con Siria y destruido una central eléctrica en la llanura de la Bekaa.

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"Por los pelos. Justo cinco minutos después de que pasara han bombardeado el puente de Maameltein", declaraba Rachel, una empleada de hogar que cada mañana a las siete acude a su trabajo desde Byblos a Beirut. "Es una zona cristiana; allí no hay nadie de Hezbolá", señalaba.

En la misma autovía también resultaron alcanzados otros tres puentes, dos de los cuales quedaron completamente destruidos. Cuatro civiles y un soldado libanés murieron en estos ataques. Otra veintena de personas resultaron heridas. Los bombardeos en el sur se cobraron en Taiba la vida de siete civiles que se hallaban dentro de una casa para protegerse de los feroces combates que se estaban desarrollando en las afueras de la ciudad.

La destrucción de los puentes seguía al bombardeo más intenso sobre los suburbios meridionales de Beirut desde el inicio de la ofensiva israelí el pasado 12 de julio. A partir de la una de la madrugada y hasta las seis, la aviación castigó por enésima vez Haret Hreik y las cercanías del aeropuerto, pero también otros barrios que hasta ahora se habían librado, como Rueis y Uzai. En este último, varias barcas de pescadores amanecieron destruidas como si hubiera pasado un tsunami.

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Portavoces israelíes explicaron que habían atacado unas oficinas de Hezbolá, la casa de uno de sus dirigentes y un edificio del grupo islamista palestino Hamás. Según Radio Liban, los edificios destruidos eran cuatro instituciones caritativas islámicas. También un puente cercano al aeropuerto, donde murió un segundo soldado y tres más resultaron heridos. El Ejército se halla desplegado en todos los cruces importantes de la capital para mantener el orden y ayudar a la población.

"El bombardeo de puentes y carreteras intenta reforzar el bloqueo impuesto a los libaneses e impedir las comunicaciones entre ellos para matarles de hambre", denunció el presidente de Líbano, Emile Lahud. Los problemas para el traslado de mercancías se han incrementado en los últimos días con la penuria de gasolina. Los bombardeos han destruido numerosas estaciones de servicio y otras se van quedando sin combustible. Ante las que aún están abiertas hay que esperar una media de 20 minutos para llenar medio depósito.

Israel pretende cortar las principales vías de acceso a Siria por las que, afirma, llega el armamento para Hezbolá. El mensaje que los libaneses reciben es sin embargo muy distinto. "No hay ningún lugar seguro", repiten las personas entrevistadas. Sus ataques están consiguiendo lo que ningún político consiguió antes: unir a los libaneses. Además, en contra de sus objetivos, la guerra ha aumentado la influencia de Hezbolá en la política interna libanesa y la atracción del extremismo en el mundo árabe-islámico.

Por más que el primer ministro israelí, Ehud Olmert, haya asegurado que no tiene intención de bombardear Beirut, los residentes de la capital perciben que se va estrechando el cerco en torno a ellos. Con el puerto y el aeropuerto cerrados por el bloqueo israelí, las fronteras terrestres con Siria son la única salida al exterior (más de 200.000 libaneses se han refugiado en ese país). Pero desde el bombardeo del paso de Masnaa hace una semana, las vías de escape se habían reducido a los pasos del norte del país a los que se llegaba por la autopista de Trípoli.

En sentido contrario, esa ruta estaba sirviendo para la llegada a Líbano de buena parte de la ayuda humanitaria. Tras los bombardeos de ayer, los 90 minutos de viaje se han convertido en tres horas por la vieja carretera de la costa. De momento ayer, el ataque paralizó un convoy de la ONU formado por ocho camiones que transportaban 150 toneladas de alimentos y medicinas. También la Organización Internacional de Migraciones pospuso la evacuación de 2.000 trabajadores inmigrantes, entre ellos un nutrido grupo de filipinos y esrilanqueses.

"Con estos nuevos bombardeos se hace más difícil la entrada y salida de vehículos con material de ayuda humanitaria destinada a las zonas del sur. Además, la movilidad de los desplazados es cada vez más complicada y preocupante", denunciaba una portavoz de Médicos Sin Fronteras.

Precisamente ayer, la Comisión Europea alertó sobre las crecientes dificultades para enviar ayuda humanitaria, informa Andreu Missé desde Bruselas. El Ejecutivo comunitario precisó en un comunicado que los accesos hacia y desde Líbano, así como el movimiento dentro del país, "han resultado seriamente afectados por los recientes ataques".

Civiles libaneses observan el estado en que quedó el puente Halat después de un bombardeo israelí ayer al norte de Beirut.
Civiles libaneses observan el estado en que quedó el puente Halat después de un bombardeo israelí ayer al norte de Beirut.EFE

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