_
_
_
_
_
La lucha contra los incendios forestales

Nueve días a merced de las llamas iniciadas en Cerdedo

Álvaro Corcuera

Los montes de Pontevedra vivieron ayer su jornada más tranquila desde el inicio de la oleada de incendios. En este escenario de relativa calma, la Xunta anunció la extinción del fuego más grave ocurrido en esta provincia, iniciado en el concello de Cerdedo y que llegó como si hubiera pólvora en el suelo hasta Pontevedra. Un trayecto de 30 kilómetros en los que murieron tres personas. Ha costado nueve días acabar con un incendio que se fue ramificando y avivando por el viento y el calor.

La borrachera de kilómetros de destrucción, árboles caídos, ausencia de animales, señales de tráfico oxidadas... y de ceniza a lo largo de la carretera que une Pontevedra y Ourense estremece. La suciedad se pega al calzado y la ropa como si de un nuevo chapapote se tratara. Lume, nunca máis (Fuego, nunca más) es el nuevo lema. El mismo espíritu que se vivió tras el hundimiento del petrolero Prestige frente a las costas gallegas en noviembre de 2002. En una cuneta de la N-541, vía convertida en símbolo de la hecatombe gallega, dos mujeres murieron el primer día de la catástrofe. Perdieron la visibilidad por la humareda y trataron de huir pegándose al quitamiedos. Por desgracia, éste les jugó una mala pasada al conducirlas hacia un tramo de carretera antigua de la que no pudieron escapar. Las fallecidas eran Celia Golmar, de 75 años, y Marisa Castro, de 50, madre e hija que se dirigían a Pontevedra. Dos días más tarde, un hombre de Fragas, en el concello de Campo Lameiro, también perdió la vida por el fuego que comenzó en Cerdedo. Se llamaba Manuel Parada. Era el enterrador del pueblo, un señor de 74 años "con una gran vitalidad", según sus vecinos.

El Gobierno de Galicia vigila que las brasas del incendio que terminó con las vidas de Celia, Marisa y Manuel no se aviven. No en vano, en muchas zonas brota una neblina del suelo, aún candente. En las carreteras de Pontevedra ya no hay problemas y es menos habitual avistar un incendio. El cielo está despejado, aunque todavía aparecen nubes de ceniza. Desde el puente de Rande en Vigo se avistan las islas Cíes, algo impensable hace unos días. La belleza de este país ha quedado seriamente dañada, pero, igual que sucedió con el Prestige, los gallegos han respondido muy bien y no han perdido su amabilidad. En Pontevedra parece que la guerra va cayendo de parte de los sensatos. Huele menos a eucalipto quemado. Pero un par de columnas de humo surgidas repentinamente a seis kilómetros de Pontevedra recuerdan que algunos, todavía, quieren seguir destruyendo Galicia. La guerra no ha terminado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Álvaro Corcuera
En EL PAÍS desde 2004. Hoy, jefe de sección de Deportes. Anteriormente en Última Hora, El País Semanal, Madrid y Cataluña. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull y Máster de Periodismo de la Escuela UAM / EL PAÍS, donde es profesor desde 2020. Dirigió 'The Resurrection Club', corto nominado al Premio Goya en 2017.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_