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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Expectativa de mejora

La elevada tasa de inflación es el síntoma decisivo de las debilidades de la economía española, que se resumen en una competitividad muy baja y escaso valor añadido en los productos. Por esa razón, la expectativa de reducción drástica de los precios avanzada por el indicador adelantado del índice de precios al consumo (IPC) armonizado, que sitúa la tasa de inflación en septiembre en el 3%, debe ser recibida con satisfacción y quizá con la suposición razonable de que este espectacular descenso de ocho décimas en la inflación interanual puede continuar durante los próximos meses. La caída del IPC se debe, sobre todo, al efecto estadístico producido por el petróleo. El encarecimiento del crudo en septiembre de 2005 y los efectos del alza de los precios de la energía fueron tan elevados que en septiembre de 2006, por comparación, los precios energéticos están empujando al IPC a la baja. O, dicho de otro modo, lo que el petróleo gravó en 2005, hoy lo desgrava.

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Descontado el efecto de descompresión del petróleo, las buenas o malas noticias de la inflación en septiembre estarán contenidas en la tasa de inflación subyacente, la que mide la evolución de los precios sin computar los precios de la energía y de los alimentos frescos. Las expectativas de mejora de la inflación en España pueden razonarse precisamente en la suposición de que el petróleo se mantendrá durante el próximo trimestre en el entorno de los 60 dólares por barril y, por tanto, no desequilibrará la estructura de costes de producción con encarecimientos súbitos. Recuérdese además que la elevada cotización relativa del euro respecto al dólar actúa como escudo protector de las economías del área euro cuando se producen subidas de precios en el mercado petrolero.

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Un segundo motivo de optimismo moderado nace de las consecuencias del endurecimiento de la política monetaria aplicada por el Banco Central Europeo (BCE). La economía española ha desarrollado una pauta de crecimiento económico impulsada por el dinero barato. De hecho, el coste real del crédito en España ha sido negativo durante más de un lustro y ésa es una de las causas poderosas, por no decir la principal, de la explosión del consumo y de la burbuja inmobiliaria. Está por ver si las empresas y los consumidores pueden desarrollar pautas de crecimiento con un dinero más caro. La respuesta empezará a conocerse ahora que los tipos de interés reales comienzan a superar la inflación media española.

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