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Entrevista:El proceso hacia el final del terrorismo

El recelo de Navarra frente al proceso de paz

Indiferente a los desmentidos del Gobierno central, la derecha foral presiona para blindar a la comunidad co ntra Euskadi

Tras haber guardado sólidamente el Gobierno autónomo durante 10 años, los líderes de la Navarra "foral y española" han levantado un muro frente al proceso del fin del terrorismo de ETA intentado por José Luis Rodríguez Zapatero. El presidente navarro, Miguel Sanz, tiene muy claro que la banda terrorista no entregará las armas mientras Navarra quede fuera de la negociación. Indiferente a los desmentidos del Gobierno sobre el pago de "precios políticos", él y otros dirigentes de su partido, Unión del Pueblo Navarro (UPN), tocan a rebato para pedir un blindaje jurídico de Navarra frente a Euskadi y preparan las elecciones autonómicas de mayo como un plebiscito sobre Navarra, sí, o Navarra, no.

Patxi Zabaleta: "El único blindaje que cabe es dar la palabra a los navarros"
"Nadie puede sentarse con ETA sin hablar de Navarra", opina el consejero de Presidencia
Miguel Sanz, presidente del Gobierno foral: "Una mesa de partidos es una idea absurda"
"La derecha navarra es carlismo, aislacionismo", dice el diputado socialista Juan Moscoso
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"Si las conversaciones de los socialistas con Batasuna fueran sólo sobre los presos, nadie habría dicho nada", afirma Javier Caballero, de 45 años, consejero de Presidencia del Gobierno navarro y responsable de la policía foral. "Yo no dudo de que la sociedad sabrá ser generosa respecto a los presos, llegado el caso; pero en Navarra, en cuanto oímos hablar de conversaciones del PSOE o del Gobierno con ETA, nos ponemos en alerta porque tememos que nos engañen".

La entrevista se celebra a corta distancia del Ayuntamiento de Pamplona, donde su padre, Tomás Caballero, izó la ikurriña en 1977, 21 años antes de morir con dos balazos en la cabeza disparados por un etarra. "A mi padre le mataron el 6 de mayo de 1998", argumenta Javier Caballero. "En el verano de ese año se produjo el Pacto de Lizarra, y en otoño, ETA declaró una tregua. Cuando ves que los procesos de paz anteriores han traído causa de algo, es del género idiota pensar que la tregua actual no trae también causa de algo. No hay nadie que pueda sentarse a hablar con Batasuna o con ETA sin hablar de Navarra, ¡nadie! ¡Si es su razón de ser!", recalca el consejero foral.

ETA lo dice a cada paso y los portavoces de Batasuna, también: sin Navarra, "no hay proceso de paz que valga" (Arnaldo Otegi, Pernando Barrena). Un casus belli para UPN (42,5% del voto en 2003; 38,1% del voto estimado ahora por el último sondeo de la empresa CIES, en junio pasado). La derecha foral parece haber perdido poco, pero lo suficiente como para no tener garantizada la reelección de Miguel Sanz, después de haber borrado todo vestigio de cercanía o colaboración con la comunidad autónoma vasca: ha obligado a los Ayuntamientos navarros a descolgar la ikurriña; ha roto el embrión de "órgano de cooperación" entre ambas comunidades que fue acordado en 1995; ha denegado la ampliación de la mejora de la enseñanza en vasco; y ahora presiona para eliminar el resquicio legal que daría pie a preguntar al electorado navarro sobre la relación con Euskadi.

Es obvio que todo esto choca frontalmente con la Euskal Herria soñada por ETA, que ocuparía 20.600 kilómetros cuadrados, sumando los siete territorios reivindicados del País Vasco, Navarra y el suroeste de Francia. Los 10.391 kilómetros cuadrados de Navarra suponen más de la mitad de la hipotética Euskal Herria, lo cual subraya la importancia estratégica de Navarra en ese proyecto. Sin embargo, la población navarra pesaría mucho menos que la de Euskadi: 51 habitantes por kilómetro cuadrado en Navarra, frente a cerca de 300 en el País Vasco.

Poco tiene que ver el valle del Baztan con amplias zonas del área de Pamplona y con el sur de Navarra, donde 30 años atrás la bandera nacionalista aún estaba bien vista: "Cuando yo era chico, en las fiestas aparecía la ikurriña; ahora, no. El PNV no hizo nada por oponerse a ETA y las simpatías que pudiera haber habido hacia lo que representaba han desaparecido", explica un profesional nacido en La Ribera, que prefiere no ser identificado. "El vasquismo reflejaba entonces una actitud progresista", recuerda Juan Moscoso, diputado socialista a Cortes por Navarra.

La sangrienta presión de ETA es la culpable de la profunda fosa cavada entre el navarrismo y el vasquismo. La organización terrorista ha matado a 41 personas en Navarra, además de regar este territorio de amenazas, extorsiones y terrorismo callejero. La Chantrea, un barrio del cinturón de Pamplona, construido en el franquismo para albergar a inmigrantes de otros lugares de España, no sólo es el lugar en que Montxo Armendáriz hizo sus primeras armas como cineasta y donde surgió Barricada, un grupo de rock duro; también es el barrio en que la casa y el coche de una de las vecinas, Mariasun Apesteguia, destacada socialista, sufrieron 16 ataques hasta que ella se retiró del primer plano de la política.

Los sondeos auguran ahora una mejora de votos para Nafarroa Bai, agrupación de cuatro partidos (Aralar, Eusko Alkartasuna, Partido Nacionalista Vasco, Batzarre) que logró mucho éxito en las elecciones legislativas de 2004. Son nacionalistas, pero no usan la violencia. Por primera vez en la historia de Navarra, acarician la posibilidad de convertirse en la segunda fuerza política de la comunidad foral.

El alma del proyecto es el abogado Patxi Zabaleta, el ex dirigente de Herri Batasuna que condenó la violencia en pleno apogeo de ETA. A sus 59 años de edad, encabeza la lista de Nafarroa Bai para las elecciones de mayo y cree llegado el momento de acabar con el decenio derechista. "La única alternativa es una coalición", afirma Patxi Zabaleta, cuyo discurso no es el de "la entrega a los vascos" y matiza entre "el proceso de pacificación", que "corresponde al Estado y a ETA" y el de "normalización", que "debe ser protagonizado por las fuerzas políticas".

Zabaleta ataca el "blindaje" de Navarra defendido por la derecha contra toda relación con Euskadi: "El único blindaje democrático que cabe es el de reconocer la capacidad de decisión de los navarros respecto a su futuro y en comprometerse a darles la palabra". Y critica la "red de intereses" creada por el foralismo navarrista: los 5.000 puestos de trabajo que dependen directamente del poder político (en una comunidad que no llega a 600.000 habitantes); la "presencia condicionante" de la Universidad del Opus Dei y "el desvío de una parte sustancial del gasto público en sanidad a la clínica del Opus Dei"; el dinero público comprometido para financiar nuevos regadíos con el Canal de Navarra, que "obliga a gastar mucha agua y no crea empleo estable" o "la venta de nuestros parques eólicos y centrales hidroeléctricas", en palabras de Zabaleta. "Los que han vendido nuestro patrimonio acusan ahora a otros de querer vender a Navarra", acusa el candidato de Nafarroa Bai al presidente foral, Miguel Sanz. El discurso de Zabaleta también reivindica respeto y apoyo a los derechos de los navarros que eligen hablar y desenvolverse en vasco o en castellano, "como cada cual prefiera".

Una posible coalición entre nacionalistas y el Partido Socialista de Navarra (PSN) provoca el uso de todo el arsenal de descalificaciones por parte del Partido Popular -"una inmoralidad atroz, una vergüenza nacional", en palabras de Mariano Rajoy, aliado político de Miguel Sanz- antes de que el Partido Socialista haya dicho esta boca es mía. Sus dirigentes se encuentran en una posición delicada. Parten de unas bases debilitadas, con el prestigio menguado por las denuncias de corrupción a anteriores presidentes forales (Gabriel Urralburu, Javier Otano) y la militancia dividida entre posiciones provasquistas y otras más "navarristas".

Los socialistas navarros se retiraron del poder hace 10 años. El 11 de julio de 1996, Víctor Manuel Arbeloa y otros dirigentes provisionales del Partido Socialista de Navarra (PSN) acordaron con la ejecutiva del PSOE el abandono "voluntario" del Gobierno foral, tras hacerse público el enésimo escándalo: una cuenta secreta en Suiza a nombre de Javier Otano, el último presidente socialista.

El voto socialista se ha mantenido desde entonces gracias a la UGT y a la fidelidad de la herencia republicana en zonas del sur de Navarra, salvajemente reprimidas por los rebeldes durante la Guerra Civil. En este tiempo de travesía del desierto, el PSN ha vivido cambios rápidos de líderes: el actual dirigente, Carlos Chivite, no ha tenido apoyo del secretario de organización del PSOE, José Blanco, para concurrir como cabeza de cartel a las elecciones autonómicas de mayo; otro político, Fernando Puras, ha sido elegido como candidato de consenso. Los socialistas navarros alcanzaron el 21,7% del voto en las elecciones autonómicas de 2003 y permanecen estancados, según los sondeos.

"Poca cosa es el cambio, si el Amejoramiento del Fuero [la norma en que se basa la autonomía navarra] nos ha servido para situarnos a la cabeza del bienestar en España; ¿para qué vamos a cambiar?", se pregunta el presidente foral, Miguel Sanz, de 54 años, comentando los proyectos de los que quieren sustituirle. Su comunidad cuenta con la mayor renta familiar de España, un 12,3% por encima de la media de la Unión Europea, según el Balance Económico Regional de la Fundación de Cajas de Ahorro (Funcas); tampoco sufre las precariedades de otras comunidades donde nunca hay bastante dinero para pagar la sanidad o la educación. "Los gastos sanitarios se abonan aquí entre 60 y 90 días", asegura Francisco Iribarren, consejero de Economía y vicepresidente del Gobierno.

Son muchos años de dividendos políticos arrojados por el "efecto frontera" entre un País Vasco sospechoso de independentismo y un Gobierno foral que se presenta como abanderado de España frente a Euskadi. "Navarra es un espacio de encuentro, de diversidad: pero hoy es impensable, por la politización extrema que existe", reconoce Juan Cruz Alli, dirigente de Convergencia de Demócratas de Navarra (CDN). Y los socialistas aún no han logrado articular un discurso político potente. Fernando Puras, su candidato para 2007, intenta la integración: "Aquí no sobra nadie, ni de cultura vasca, ni de cultura castellana; ni de pensamiento conservador, ni progresista, ni navarrista, ni nacionalista vasco".

"La derecha navarra es carlismo, desconfianza, aislacionismo", opina Juan Moscoso, de 40 años, diputado socialista por Navarra. A su juicio, sería necesario revisar muchos de los bloqueos internos de la comunidad: por ejemplo, las tres zonas lingüísticas en que está dividida la comunidad, en cada una de las cuales se aplican normas distintas para educación, para los funcionarios: "Habría que modificarlas, pero muchos lo consideran casus belli. Todo está muy politizado, lleno de barreras... como en el Paralelo 42".

¿Una "mesa política"? "Es absurdo conformar mesas cuando tenemos instituciones de las que se puede formar parte cuando se tiene el respaldo ciudadano suficiente", responde Miguel Sanz, el presidente foral y principal dirigente de UPN. "Ahí se puede hablar de lo que se quiera. ¿No está Batasuna? Bueno, pues que esté: que se legalice y para ello ha de renunciar a la violencia y someterse a la ley de partidos".

El presidente de Navarra, Miguel Sanz, en su despacho de la sede del Gobierno foral.
El presidente de Navarra, Miguel Sanz, en su despacho de la sede del Gobierno foral.LUIS AZANZA

El 67% no quiere unirse a Euskadi

"¿Usted es partidario o no de la unión del País Vasco y Navarra?" A esta pregunta contestaron "sí" dos de cada 10 navarros y "no" el 67%, prácticamente siete de cada diez en mayo pasado, según una encuesta de la empresa Cies realizada por encargo del Parlamento navarro.

Las respuestas a favor de la unión de las dos comunidades subieron hasta el 38% en algunas zonas del centro y el norte de la comunidad y bajaron al 17% en la merindad de Olite-Tafalla y al 14% en la de Estella.

La opinión apenas se ha movido. Una comparación rigurosa no es posible porque las preguntas del sondeo de 2001 buscaban otros matices, pero sirven para hacerse una idea: el 72% de los navarros quería "seguir como comunidad propia y diferenciada" hace cinco años, mientras el 6% deseaba formar parte "de un País Vasco-Navarro dentro de España" y el 9%, de un "País Vasco-Navarro independiente".

Por tanto, caben pocas dudas sobre el resultado de la eventual consulta a los navarros respecto a la relación con Euskadi: una amplia mayoría está en contra. Ni siquiera el presidente foral, Miguel Sanz, concede credibilidad a la idea de que alguien defienda una Navarra gobernada por el lehendakari, a pesar de sus toques de alarma contra el uso de Navarra como moneda de cambio en el proceso de paz con ETA.

Navarra fue la cuna de la cultura vasca. Un paseo por los valles pirenaicos basta para darse cuenta de que la arquitectura, los verdes paisajes y las costumbres culturales son una prolongación de Guipúzcoa, el territorio vecino. La Navarra del Bidasoa, vascohablante, conserva lazos con el País Vasco. Vascos se sienten muchos navarros, pero no la mayoría: actualmente, "puede cifrarse en el 30% la población de Navarra con elementos culturales vascos", informa el sociólogo Carlos Zufía.

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