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Reportaje:Elecciones autonómicas en Cataluña

Superar el trauma del referéndum del Estatuto

La asistencia a los actos electorales sólo se animó al final de la campaña

Enric Company

Esquerra ha orientado su campaña a superar y relegar al olvido el trauma que entre sus electores provocó el referéndum del 18 de junio sobre el Estatuto de Autonomía. La dirección del partido independentista comprobó en aquel momento que el grueso de su electorado no le seguía y se conjuró de inmediato para restablecer una conexión que era vital de cara a las elecciones autonómicas. La campaña ha sido la continuación y ampliación de este esfuerzo.

A eso se debe que para ERC lo que ayer culminó en la votación no sea sólo la campaña iniciada oficialmente el 15 de octubre, sino también la que emprendió en julio. Ha consistido en una sistemática serie de reuniones con grupos reducidos de personas del entorno social inmediato al partido, afiliados y simpatizantes, en los que los líderes republicanos han hablado sólo después de escuchar las ideas expuestas por los asistentes sobre diversos asuntos.

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A esta tarea se ha superpuesto en las dos últimas semanas la campaña publicitaria destinada a hacerse perdonar los errores, vaivenes y salidas de carril protagonizadas durante su primera legislatura como partido integrado en un Gobierno, incluida su responsabilidad en el final anticipado de la legislatura, y a presentar a los candidatos independentistas como gente normal y corriente. El mensaje puede resumirse en la proposición "Somos humanos, los humanos se equivocan, nosotros aprendemos de los errores". El primer esfuerzo se dedicó a defender el espacio electoral propio frente a lo que se percibió como una OPA hostil de CiU a partir de la difusión masiva del DVD en el que se descalificaba los tres años de gobierno de las izquierdas.

Ni la entrada en juego de Josep Lluís Carod como candidato a mitin diario sirvió inicialmente para calentar los ánimos. El debate de los cinco primeros candidatos por televisión marcó un punto de inflexión. A partir de aquel momento pareció que empezaba a cundir el esfuerzo publicitario, la acción del partido sobre su entorno social inmediato y la eficacia oratoria de Carod. El resultado fue una última parte de la campaña mucho más animado, con un par de mítines de corazón caliente. Para conseguir un lleno hasta la bandera en el mitin central, el celebrado el domingo en Barcelona, en el Palau de la Música Catalana, fue necesario, sin embargo, reducir a menos de la mitad el aforo a que se había recurrido en las anteriores elecciones para actos análogos.

La agresiva campaña de CiU, descalificando a ERC por su pacto de gobierno con el PSC y con ICV, ha obligado a los republicanos a responder a los ataques de Artur Mas con una dureza que no han descargado sobre el candidato José Montilla. Pese a todo, los dirigentes republicanos siempre dejaron abierta la puerta a acuerdos poselectorales, tanto con los socialistas como con los convergentes. Y han mantenido durante toda la campaña una escrupulosa ambigüedad sobre las alianzas que se preveían como inevitables para la elección del sucesor de Pasqual Maragall y la formación de Gobierno. Carod, Puigcercós y los demás candidatos se han dedicado a criticar tanto a Artur Mas como a José Montilla, tanto a CiU como al PSC, aunque en proporción desigual.

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