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EL LIBRO DE LA SEMANA

¿Quién soy yo? y otros enigmas

COMO ANILLO al dedo le va a la obra de Roth la definición de novela pergeñada por Kundera, esa "forma de la prosa en la que el autor, mediante egos experimentales, examina hasta el límite los grandes temas de la existencia" (El arte de la novela, Tusquets, 2000). Entre sus autobiografías mistificadoras se sitúa La contravida (1986), una de las novelas mayores de Roth, a la altura de Pastoral americana o La conjura contra América, ciertamente la más audaz en la forma y la más cercana a los cánones de la narrativa posmoderna, diluyendo la autobiografía en el líquido magnético de la ficción y enredando el hilo de la autorreferencia. Reeditada ahora con nueva traducción, es un prodigio de metaficcionalidad que avanza cuestionando sus propias conquistas ficcionales, como si enterrase minas bajo cada capítulo, y que dibuja la vida como un puñado de senderos que siempre se bifurcan. Roth se complace entonces en imaginar alternativas, en matar y resucitar personajes como un mago en un circo, en juguetear con las convenciones del género. Se inventa personajes que se niegan a serlo, se ríe del oficio, disfruta como un diosecillo perverso cambiando su universo de ficción para desorientar a sus criaturas. Se divierte haciendo que su álter ego Zuckerman hable de su colega Norman Mailer, teoriza sobre el oficio de escribir ("lo que la gente envidia es el don que posee el novelista de convertirse en otro, su capacidad para hacer ambigua su conexión con la vida real", página 274) y regresa a Israel, a la identidad y a su condición judía.

Y el lector, advertido por Barthes de que "quien habla (en el relato) no es quien escribe (en la vida), y quien escribe no es quien existe", se lo pasa en grande juntando las piezas del rompecabezas ontológico de Roth.

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