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Tres bibliotecas

LLINÀS demuestra con cada obra que un edificio discreto no tiene por qué ser una caja anodina. Barcelona no ha premiado a ningún proyectista tanto como a él. Y pocos arquitectos han contribuido más calladamente a la consolidación urbana de la ciudad. En la Biblioteca Vila de Gràcia (2001), calzó un edificio fluido y encontró luz en uno de sus famosos retales urbanos; en el conjunto Fort Pienc (2003) hizo convivir un asilo, un mercado, una guardería, una biblioteca y un centro cívico sin que el griterío del mercado molestase a los lectores y permitiendo a los ancianos disfrutar del juego de los niños. Finalmente, la Biblioteca Jaume Fuster (2005) cede el protagonismo de la plaza a los ciudadanos y ofrece luz, comodidad y silencio a los lectores.

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