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Vida & Artes

Papá Alemania

En tiempos de educación autoritaria, el "yo no he sido" no bastaba para eludir un castigo. Si el niño tenía razón y el castigo era injustificado, la bofetada servía como medida educativa por todas las veces en que el niño se hubiera portado mal sin que lo pillaran. Un padre jamás admitía su error y se disculpaba. Eso habría supuesto mostrar flaqueza y perder autoridad.

No cabe duda de quién está desempeñando últimamente el papel paterno entre los revoltosos niños mediterráneos de la gran familia europea. España no es ni mucho menos el peor de todos, pero últimamente se lleva buena parte de los rapapolvos de papá Alemania. "Sí, Alemania ayuda, pero solo ayuda si los demás se esfuerzan, y eso hay que demostrarlo", dijo la canciller Merkel con dudoso sentido de la diplomacia antes de reprochar que los españoles, junto con los griegos y portugueses, se jubilen demasiado pronto. Como un niño con malas notas, no nos esforzamos lo suficiente, aunque según un informe de la OCDE en España trabajemos más horas al año con salarios sensiblemente inferiores.

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España hace demasiadas vacaciones y no limpia bien sus hortalizas: no importa que los hechos sean tozudos y se rebelen contra el cliché del español vago y desaseado que parece subyacer de manera inquietante a estas acusaciones de tinte populista. Puede que aquí nos esté pasando factura un turismo barato de sol y playa que en lugar de contribuir a un mayor entendimiento entre las naciones parece haber servido para afianzar ciertas ideas preconcebidas que prenden en una parte nada desdeñable de la población alemana. La misma que a partir de ahora, a pesar de todos los desmentidos, seguirá mirando con desconfianza los productos españoles. Puede que Angela Merkel esté tratando de ganar apoyos entre estos votantes a costa de deteriorar las relaciones con un miembro de la familia europea que parece poco propenso a alborotar.

Y es que, cuando se trata de Alemania, la mentalidad española adolece de un complejo de inferioridad secular que dificulta cualquier conato de rebelión. Demasiado intensa fue la germanofilia promovida por la propaganda oficial en tiempos de guerra, latente en las largas décadas de dictadura que siguieron. Alemania traía inversores y turistas a un país depauperado y eso costaba un tributo de admiración y docilidad que continúa presente en muchas cabezas.

En las relaciones de familia los vínculos paterno-filiales son los más difíciles de superar. Sin embargo, para que tenga éxito la familia europea debe unir bajo un ideal común a naciones autónomas y emancipadas. Pero la autonomía exige autoestima, un valor intangible que en tiempos de crisis puede ser tan importante como los millones venidos de fuera. Quejémonos, por tanto, a papá. También a él le conviene.

Rosa Sala Rose es ensayista especializada en la cultura germánica.

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