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Crónica:VUELTA 2005
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un sainete entre Burgos y Cantabria

Ardila se equivoca de pancarta en Ampuero y del error se aprovecha Samuel Sánchez

Carlos Arribas

Si no fuera porque la Vuelta es, gracias a los esfuerzos de TVE, una competición prácticamente clandestina, hoy no se hablaría de otra cosa en España que de lo curiosa, de lo animada, que fue la jornada de corredores y demás miembros de la caravana ciclista en su viaje desde la plaza de toros de Burgos hasta el santuario de Nuestra Señora de la Bien Aparecida, la virgen que se les apareció hace 400 años a los de Ampuero (Cantabria) y que, sin ánimo sacrílego en ello, bien se podría decir que se le bien apareció ayer a Samuel Sánchez, asturiano del Euskadi, bajo la muy publicitaria y poco religiosa forma de pancarta del Quijote equívocamente ubicada.

Fue un día de sainete, aunque maldita la gracia que les hizo a un diminuto colombiano llamado Mauricio Ardila, a Pedro Horrillo, que se cayó y se dio en la rodilla, pero no contó con el despliegue mediático-médico del que gozó Heras el día anterior, a Patxi Vila y a los aficionados a los que TVE sólo ofreció los últimos siete kilómetros -desde las talanqueras del sangriento encierro de Ampuero- y a vista de helicóptero, que es más aparente.

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"Arrea, Óscar, que éste es muy rápido", le dijo Mauricio Ardila, a Óscar Pereiro refiriéndose a Samuel Sánchez. Se creía muy listo el colombiano educado en Bélgica, se las prometía muy felices, pues Pereiro, el jovial, espectacular, gallego que tanto disfruta haciendo el bien en las carreras, arrancó como alma que lleva el diablo. A su rueda, ágil, Ardila. Faltaban 300 metros aún para la meta, faltaba la última curva. Parecía un sprint demasiado lejano. A la vista, a 150 metros, sólo una pancarta, la morada del Gran Premio de la Montaña. Hacia ella confluyeron sus esfuerzos, los de los dos. Los de Pereiro lanzando, los de Ardila remontando. Detrás de ellos, aguantando las ruedas, llevando la cuenta de los metros que faltaban, silbaba Samuel Sánchez, media sonrisa en sus labios que se convirtió en carcajada abierta cuando observó que Ardila lanzaba los riñones, adelantaba su rueda, culminaba un sprint victorioso y levantaba los brazos bajo la sombra de la pancarta del Quijote, en el lugar erróneo, 150 metros antes de la meta real.

El beneficio del error colombiano lo recolectó Sánchez, en cuyo palmarés no brillaba más que una victoria en el la Escalada a Montjuïc, un critérium, y que pasa por ser uno de los corredores más sobrevalorados y con peor suerte de la generación actual. Fue un final casi cómico que chocó con la solemnidad de la ascensión al santuario, tres kilómetros jalonados con las 14 estaciones del vía crucis que ayer pasaron los corredores a toda velocidad, sin tiempo para pararse a ver a Cristo caído por tercera vez, lo que le habría dado el definitivo toque surrealista al día. Pasaron muy rápidos los fugados, de los que Sánchez, Pereiro y Ardila fueron los más fuertes, y subió muy rápido el pelotón, en el que marchó sin sufrir, aparentemente, el doliente Roberto Heras con una tirita en la herida.

Forzando el retruécano, bien se podría afirmar que al fabuloso bejarano también se le apareció la Virgen, en este caso bajo la ruidosa, aparatosa y descuajeringada forma de camión de la Vuelta cargado de colchonetas para amortiguar las curvas, cuya cabeza tractora se pegó con el remolque en un giro del puerto de la Sía, el de dura subida y peligroso descenso hacia el mar cántabro. La cosa acabó con el camión hecho una tijera que cerró el paso y obligó a desviar a la Vuelta del itinerario previsto. A 40 kilómetros de allí, en Trespaderne, se decidió ir por el puerto de los Tornos, cuyo descenso es vizcaíno, lo que, a su vez, deparó que la Vuelta volviera a territorio vasco -seis kilómetros apenas, es verdad, por Lanestosa y poco más-, por primera vez desde 1978.

Pero el sainete había comenzado mucho antes, antes incluso de que los pedalistas le dieran a los pedales. Empezó cuando el seleccionador Paco Antequera anunció que no llevaba a Valverde al Mundial porque no confiaba en su rodilla. Terminó poco después de la victoria de Sánchez, pero no cuando Antequera dio marcha atrás tras hablar con Valverde y el presidente de la federación, sino cuando Patxi Vila salió del control antidopaje. Salió casi vestido de calle: se había retirado al comienzo de la etapa, pero había tenido que ir a la meta en coche para hacer pipí. No sigue en carrera, así que sólo podrá verla por TVE, si se tercia, si también en los Lagos de Enol, la Virgen, en este caso la de Covadonga, se le aparece a alguien.

Samuel Sánchez levanta los brazos al cruzar la meta.
Samuel Sánchez levanta los brazos al cruzar la meta.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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