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Reportaje:RUTAS URBANAS

Mesas y musas en Barcelona

Recorrido literario por restaurantes, bares y cafés de la ciudad

Xavi Sancho

Si tal vez hoy Barcelona, como todas, como todo, es un espacio de memoria visual, fotografiado hasta la saciedad, plató de anuncio y reclamo turístico de las líneas aéreas de bajo coste, antes, como todos, como todo, fue un libro. Mucho queda en pie de la Barcelona revolucionaria de George Orwell, del romántico barrio de Gràcia de Mercè Rodoreda, del Carmelo obrero de Juan Marsé, del Sarriá goloso de JV Foix, del mercado de Sant Antoni de sueños de segunda mano de Terenci Moix, del Raval negro y gastronómico de Manuel Vázquez Montalbán o del gótico costumbrista de Pitarra.

Más allá de la publicidad que supuso para algunos escenarios el centenario de Don Quijote (que pasó por aquí) y el éxito de La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, surgieron en 2005, Año del Libro, rutas e incluso libros (muy recomendable es Paseos por la Barcelona literaria, de Sergio Vila-Sanjuán y Sergi Doria, Editorial 62) sobre la Barcelona más literaria, que impulsan la memoria de una ciudad de letras.

Calles para ser vistas y leídas. Tras los pasos de Orwell, del café Moka al hotel Continental. Y con paradas en Jai Ca, bar que inspiró novelas negras, y en la pastelería Sarriá, favorita de Vázquez Montalbán.

El centro, como un libro

Las Ramblas y aledaños, mil veces transitados, esconden decenas de rincones de evocación literaria. Pueden ser espacios populares como La Boquería, que tras de sí cuentan con una historia de supervivencia obrera maravillosamente relatada en Los plátanos de Barcelona, de Víctor Mora. Els Quatre Gats (Montsió, 3) es un templo del modernismo inaugurado en 1897 y ubicado en los bajos de la casa Martí, que frecuentaba Santiago Rusiñol o Rubén Darío, y fue donde Picasso presentó su primera exposición individual. El café Moka, en plenas Ramblas, es hoy un turistódromo, pero en el tiempo en el que Orwell estuvo aquí era la sede del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Por su parte, otro partido, el PSUC, tuvo su base de operaciones en el hotel Colón (avenida de la Catedral, 7), hoy sede de Banesto. Si nos adentramos un poco por la calle de Escudellers, damos con la plaza de Orwell, espacio que Barcelona dedicó al inglés que durante su estancia en la ciudad se alojó en el delicioso hotel Continental (La Rambla, 138) junto a su esposa, Eileen. Además de los recuerdos del autor de Homenaje a Catalunya, la Rambla esconde la memoria escrita de Sempronio o Maria Aurèlia Campmany, de las históricas divisiones entre Raval y Gótico, entre lerrouxistas y regionalistas, de las reuniones del Ateneu barcelonés, de las pensiones del barrio Chino...

Pero detrás del ambiente y la historia que casi se huele en obras desde Josep Pla a Casavella, se encuentran infinidad de espacios con una historia que contar. Por ejemplo, el bar Granja Gavá (Joaquim Costa, 37), en cuyo edificio nació y pasó la infancia Terenci Moix, o el café de la Ópera (La Rambla, 74), donde Maruja Torres simplemente sugería sentarse y apuntar.

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Más allá de la ciudad gótica y turística pervive y enamora una villa de bajos fondos, negra, inhóspita y romántica. La relojería del poeta y dramaturgo Frederic Soler, Pitarra, es hoy, por ejemplo, un restaurante, Pitarra (Avinyò, 56). Aquí está la ciudad que Sherlock Holmes visitó y que le rinde homenaje en una zona a él dedicada dentro del canalla Pipa Club (plaza Real, 3).

Pero es sobre todo la villa negra de Andreu Martín y otros escritores de novela policiaca, cuyas reuniones en el mítico bar de tapas de la Barceloneta Jai Ca (Ginebra, 13) han vertebrado una novela negra local, activa y más viva que nunca. Y Vázquez Montalbán y su eterno detective Carvalho. El restaurante Casa Leopoldo (San Rafael, 24), la deliciosa coctelería Boadas (Tallers, 1), el bar Nostromo (Ripoll, 16), el templo de la decadencia afrancesada que es el Pastís (Santa Mónica, 4), las grandes tapas del Amaya (La Rambla, 20) o la perturbadora presencia del Panam's (La Rambla, 27), ejemplo perfecto hoy de simbiosis entre el pasado cabaretero, erótico decadente y la Barcelona actual de ritmos electrónicos, cosmopolitismo y disseny. Hay muchas Ramblas, pero todas están en algún libro. Sólo hace falta buscar el suyo, ya sea Mendoza, Ruiz Zafón, Montalbán o Moix, y encontrará un local en el que alguien antes se sentó e imaginó.

De la Zona Alta a Poble Nou

Lejos del territorio comanche que antes del anuncio olímpico eran para muchos las Ramblas, vivieron y perviven infinidad de espacios retratados en libros. Desde el Carmelo desdoblado de Marsé, que llegaba hasta la ronda del Guinardó y la avenida Verge de Montserrat (dos paseos indispensables para entender la Barcelona que no sale en las postales), se soñaba con la Zona Alta, con el Sarriá que tantas veces retratara el poeta JV Foix y del cual hoy todavía podemos visitar y degustar la pastelería del mismo nombre (plaza de Sarrià, 12). Por cierto, Vázquez Montalbán estaba enamorado de sus dulces. Es en los sesenta cuando la Zona Alta se retrata con más fruición (José Agustín Goytisolo, Gil de Biedma...) Más adelante, Félix de Azúa, Quim Monzó, Pedro Zarraluki (regenta el literario bar Salambó, en la calle de Torrijos, 51) o Enrique Vila-Matas ubicaron gran parte de sus relatos en esta zona. Un recorrido por ella podría iniciarse en el Turó Parc. Desde allí se llega en nada al bar Pippermint (Bori i Fontestà, 20), que se mantiene casi intacto con respecto al local de referencia que fue en el tránsito entre la gauche divine y el pijerío ochentero.

Se puede comer en el más emblemático templo de esa época y ese estado mental, la tortillería Flash Flash (Granada del Penedés, 25), y se puede bajar la estupenda tortilla campesina o la clásica hamburguesa paseando hacia el bello edificio del paseo de la Bonanova, otro escenario clásico de las obras de la época, o la plaza Artós, cerca de la cual residieron durante un tiempo Vargas Llosa y García Márquez.

Pero hay más. Al norte y al sur, al este y al oeste. Desde el barrio de la Ribera, hoy lleno de monumentos a la tendencia, perfectamente descrito por los costumbristas, a la Gràcia de Mercé Rodoreda, pasando por el Poble Nou (el Manchester catalán), o el Eixample burgués de locales como Nick Havanna (Rosselló, 207), vestigios de los primeros años en que la ciudad se empezó a divertir y a gustarse (su inauguración, en 1987, marca un antes y un después en el ocio barcelonés).

Antes de ser un gran anuncio, la ciudad fue una gran novela. Vale la pena releerla.

Terraza del bar de tapas Jai Ca, en el barrio de la Barceloneta, lugar de reunión de escritores de novela negra.
Terraza del bar de tapas Jai Ca, en el barrio de la Barceloneta, lugar de reunión de escritores de novela negra.CATERINA BARJAU

LETRAS AÑADIDAS

UNA DE LAS tendencias más destacadas en el ocio de Barcelona en los últimos años ha sido la incorporación de las letras a la oferta tanto culinaria como nocturna. Así, desde el celebrado restaurante La Biblioteca (Junta de Comerç, 28), que ofrece, además de una deliciosa cocina mediterránea creativa, la posibilidad de leer y comprar libros de cocina, hasta La Central del Raval (Elisabets, 6), una librería con un café que se ha convertido desde su apertura en punto de reunión indispensable para los lectores de Barcelona. Por no hablar del Café de les Delícies (Rambla del Raval, 47), clásico ya del café, el dulce, el libro y, por qué no, el gintonic, o Lletraferit (Joaquim Costa, 43), más moderno y alternativo, pero igual de dulce. La ciudad lee mientras se divierte.j:/hedata/archive/graphic/8/1/1/23/20060527//BARCELONA.eps

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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