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Reportaje:CATÁSTROFE EN EE UU | Evacuaciones

Los últimos de Nueva Orleans

Numerosos habitantes se niegan a abandonar la ciudad pese a la orden de salida forzosa

Nacidos y criados en Nueva Orleans y amigos de toda la vida, Abraham Thomas y Carl Simmons se resisten a abandonar su ciudad. Tras aguantar el devastador paso del huracán Katrina, aseguran que tienen víveres suficientes para resistir dos semanas más en casa. "Lo peor ha pasado", dice Simmons, de 48 años. Su amigo, de 57, agrega: "Ésta es nuestra casa. Aquí hemos crecido y nuestras vidas no están en peligro. Las aguas están bajando y nuestra casa sigue en pie".

Como Thomas y Simmons, ambos negros, muchos habitantes de Nueva Orleans han decidido desobedecer la orden del alcalde, Ray Nagin, de evacuar de inmediato la ciudad y se han hecho fuertes en sus casas. La policía y el Ejército patrullaban ayer las calles desiertas para convencer a los vecinos de que, si persisten en su actitud, su salud está en peligro.

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Una patrulla de la Guardia Nacional, llegada desde Oklahoma, ofreció a Thomas y Simmons transporte hasta el Superdome, y de allí a algún refugio. "Nuestras órdenes son sólo ayudar a la gente, les aconsejamos que deben de irse pero no les forzamos", explica el sargento Mahoney. "Estamos aquí para ayudar. Cuando la gente nos dice que tiene medios para sobrevivir, seguimos adelante", finaliza Mahoney.

Aunque ayer continuaban saliendo de la ciudad autobuses con evacuados, entre 5.000 y 15.000 personas siguen en sus casas y aproximadamente la mitad de la localidad permanece inundada. Tras varias jornadas de caos, parece que el Ejército se hace poco a poco con el control de la situación. Nueva Orleans era ayer una ciudad tomada por policías y militares.

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En la esquina de las calles Martin Luther King y Liberty, en el Garden District de Nueva Orleans, la casa en la que resisten Thomas y Simmons no ha sufrido casi daños, pero igual que el resto de los habitantes de la ciudad, estos dos trabajadores de la construcción no tienen ni luz ni agua. En su porche destartalado, rodeado de agua y basura que aún no han retirado, reposan unas brasas que debieron servir para calentar el café de la mañana. Ante la llegada del Katrina, Thomas decidió enviar a su mujer, sus seis hijos y seis nietos a casa de unos familiares en Baton Rouge, capital del Estado de Luisiana, a un centenar de kilómetros. A la pregunta de si van a poder resistir mucho más tiempo, responde: "No tenemos dinero ni sitio adonde ir". Thomas está convencido de que Nueva Orleans saldrá adelante. "Todos los lugares en los que ha habido desastres acaban siendo mejores, como Hiroshima", asegura.

Al otro lado de la ciudad, en el monumental casco viejo, un bar se ha convertido en foco de resistencia de los vecinos que no quieren marcharse. Un cartel detrás de la barra lo dice todo: "No cerramos nunca". Situado en plena Bourbon Street, emblema de la célebre vida nocturna de la ciudad, el Johnny Water's Sports Bar presume de servir la cerveza a dos temperaturas: "Caliente o caliente". Uno de sus camareros, Joe Bellony, explica que el barrio es para él y para los clientes habituales un lugar mucho más seguro que cualquier refugio. "Sólo saldré de aquí esposado", asegura. "Si tenemos que morir, moriremos en nuestras casas". La policía intentó ayer cerrar el local, pero Bellony y los clientes se negaron y hubo un momento de tensión. "No tuve más remedio que insultarlos y echarlos de aquí", afirma un veterano cliente recostado sobre la barra, cerveza en mano.

Con un español aprendido en la frontera de Tejas con México, la india-americana Diana Straydog se dedica a ofrecer primeros auxilios a quien los necesite. Aguantó el paso del Katrina en su casa del Barrio Francés junto a su compañero, Ride Hamilton. Ella es una india piel roja; "él es cheyenne", dice Straydog fumando un buen puro. Se aprovisionaron a fondo ante la llegada del Katrina y así pudieron repartir después agua y comida a quien la necesitase. Dice tener la casa llena de animales abandonados. Ahora sólo quiere ayudar y asegura que no se marchará. "Curamos muchas heridas en los días después del huracán", relata Straydog. "Incluso alguna de bala", prosigue. Por eso dice no entender por qué deben abandonar Nueva Orleans. "Están trayendo gente de fuera para que nos ayude y los que podemos ayudar debemos irnos", explica en voz alta lo que para ella es un sinsentido.

Muy cerca, al comienzo de la calle Orleans, está la catedral de San Luis. Un Cristo se mantiene en pie en su patio. Katrina pasó por encima de él y no le tumbó. Pero Straydog tiene reproches para los curas que allí residen. "Una anciana estaba agonizando y fui a buscar a un padre para que le diese la última bendición", dice la india piel roja. "No salieron, miraban por las ventanas, pero no salieron".

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